5 cosas que aprendí de Mad Men como escritora


Antes que escritora soy lectora. Gracias a eso aprendo de cada bocado que doy a cualquier libro, sea de mi gusto o no, pero también a cualquier serie o película. No suelo hablarte de lo que veo, pero en esta ocasión me muero por comentar esta. 

Normalmente, veo series por la misma razón que leo libros: Busco entretenimiento. Espero adentrarme en un mundo diferente que me haga desconectar de mi realidad y, al mismo tiempo, encontrarme en sus personajes. 

Los personajes, y solo ellos, son los responsables de que siga viendo una serie, una película o leyendo un libro. Por eso, a pesar de que los 60, el sexismo, el alcoholismo, el mundo de la publicidad o la era dorada del capitalismo no son lo mío, me enganché a esta serie años después de su última temporada. Fueron ellos quienes me enseñaron sutilmente la gran cantidad de cosas que, como escritora, tengo que trabajar desde ya

 1. Identificación con los personajes.

Me vi en ellas y también en ellos. Como escritora a veces se me escapa que sentirse identificado no implica compartir género, estatus social, estudios, gustos musicales o forma de vestir. La identificación es mucho más profunda y personal de lo que los noveles creemos. Las emociones son la clave. Haber pasado una experiencia similar, haber experimentado las mismas emociones o darles la suficiente justificación a sus actos para que sean fáciles de empatizar. 

El trabajo en los personajes previo a la escritura puede ser muy tedioso, principalmente porque la mayor parte de ese material no lo vas a utilizar, pero te hará conocer al personaje de tal modo que hasta sus diálogos podrán definirlo. 

Y no importa si caen mal. Algunos deben caer mal. Algunos deben ser juzgados por los lectores, pero desde luego tienen que ser consecuentes. En Mad Men todos los personajes tienen su porqué. Desde el galimatías emocional de Don Draper a la superficialidad de Roger Sterling, cada uno es su contexto y con su propia historia, son coherentes y, por tanto, despiertan empatía en los espectadores.

2. Perseverancia inteligente. 

Esto lo aprendí de ellas. Los personajes masculinos, a pesar de que algunos tengan menos suerte que otros, siempre lo tienen más fácil que las mujeres a la hora de perseguir sus sueños o aspiraciones. Pero ellas, desde el sentimiento de inferioridad que la sociedad les ha impuesto, se mueven con cuidado, inseguridad y miedo, pero se mueven. 

  • De la redactora Peggy Olson, me quedo con el constante aprendizaje en escala ascendente. De secretaria, pasó a redactora por casualidad y con ello se encendió la llama de su ambición. La evolución de este personaje es mi favorita (otros involucionan, ella siempre mira hacia adelante). Al principio, aceptando que tiene menos derechos que los hombres, trabaja para convertirse en alguien imprescindible, y después, con sus logros como respaldo, empieza a exigir lo que le pertenece. Es perseverante y sabe cuándo y cuánto serlo. 
  • Con Joan Holloway-Harris entendí el significado de armas de mujer. Su elegancia sibilina es envidiable y, aunque al principio te pueda parecer de lo más superficial, no hay personaje con más capas que ella. Conoce y entiende el estado de la sociedad y se adapta, con mayor o menor esfuerzo, a cada requerimiento. Juzgada en cualquier ámbito por su aspecto, lo asume y se retira, tragándose su orgullo, cuando es necesario. Pero eso no le impide seguir avanzando. Su ambición es diferente a la de Peggy, evoluciona de una forma diferente, pero también juega sus cartas con inteligencia. 
  • De Megan Draper aprendí algo diferente. La segunda mujer del protagonista trabajaba como secretaria por dinero, no por pasión ni ambición. Y cuando tuvo su economía segura, gracias a depender de un marido rico (eso sí), dejó su puesto asegurado por perseguir el sueño de ser actriz. Pero no es eso lo que aprendí de ella. En lugar de pasearse por castings o actuar de forma amateur, se buscó un buen lugar en el que prepararse, estudiar y crear contactos para luego ir a las pruebas con mayor seguridad. Por supuesto, a la hora de trabajar le ayudó tener enchufe, pero no perdió el tiempo. Yo pierdo mucho tiempo leyendo webs para escritores que no me enseñan nada y me llenan la cabeza de pájaros hasta liarme. Si sumase la cantidad de tiempo perdido en este tipo de aprendizaje, probablemente el valor económico sería mucho más alto que el de cualquier curso de escritura de calidad. Todo es cuestión de prioridades. 


3. "Work smarter not harder"

En la sala de creativos, tenían un cuadro con este eslogan. Perdían mucho tiempo buscando ideas y contaban con herramientas para provocarlas que usaban con mayor o menor acierto. No se trata de pegarte al teclado dedicar cuatro horas a escribir, cuatro a redes sociales para promocionar tu libro, cuatro al seguimiento de lo que dicen de tu libro... No nos llegarían las horas al día para una sola novela. 


Piensa bien cuál es tu objetivo (vender, que te lean o escribir mejor), luego valora que acciones crees que funcionarían para ti, el tiempo real que puedes dedicarle y prueba. ¡Es gratis! 

4. Las personas LGBT existen (y existieron) sin alterar la historia.

La semana anterior se crearon debates muy interesantes en twitter sobre una afirmación de Laura Gallego en una entrevista. Yo la seguí a través de los comentarios de los lectores, pero al parecer se justificó en que no usaba personajes LGBT porque la historia no lo requería. 

Sin nada que comentar respecto al trabajo o las opiniones de la autora, yo tengo otra opinión. No creo que meter un personaje heterosexual, homosexual, bisexual o transexual tenga que ir por requerimiento de la historia. De hecho, Cadencia (mi novela gratuita que puedes descargar aquí) la historia hubiera salido de la misma manera fuera Juliette (protagonista) bisexual o no, fuera lesbiana Clare (secundario) o no. 

Pero reconozco que es en la única de mis novelas que esto es así y me he propuesto cambiarlo. Porque si quiero hacer a mis personajes verosímiles debo normalizar y generalizar su uso para que sean el reflejo de la sociedad que siempre busco. Tal y como ocurre en Mad Men. 

Los personajes homosexuales y bisexuales que aparecen en esta serie no alteran en absoluto la historia. Aun situada en esa época represiva, Salvatore, el dueño de Lucky Strike, Joyce Ramsey incluso el propio Steerling, viven su sexualidad sin alterar un ápice el argumento general. Porque es lo lógico. Y lo hacen siendo un reflejo de la sociedad del momento. 


5. El feminismo es feminismo 

En este punto también me fijé tras las polémicas sobre personas que dicen no ser machistas ni feministas cuando el feminismo lucha por la igualdad. A todas esas personas les recomiendo coger el diccionario y se lo pongo fácil enlazando la definición en la RAE.

Antes de ver la serie ya sabía la cantidad de tópicos machistas que me iba a encontrar. Y también sabía que iba a ver algunos que actualmente siguen al pie del cañón. Lo que no sabía era que iba a encontrarme feminismo (un feminismo incipiente, sutil y frágil) en algunos de sus personajes y que, en términos generales, no se puede calificar como una serie machista. 

¿Conoces el Test Bechdel? Yo reconozco que hasta hace poco creía que películas como Tom Raider o Underworld donde una protagonista es fuerte, lucha y tiene carisma, era más que suficiente para que la película, libro o videojuego no fueran machistas. 

Pero este test, desarrollado en 1985 (tres décadas ya...) me abrió los ojos. Los requisitos para que un texto no sea machista son:

  1. Que aparezcan, al menos, dos personajes femeninos. 
  2. Que interaccionen entre ellas.
  3. Que su conversación no sea sobre un hombre (novio, hermano, padre, primo...).
Puede parecer una tontería, pero piénsalo. ¿Cuántas películas famosas, libros u obras conoces que lo cumplan? Y tus novelas, ¿lo cumplen? 
Mad Men sí los cumple. En mayúsculas. 

Sus personajes femeninos tienen papeles protagonistas, no son tan fuertes e independientes como les gustaría, pero sí en su contexto. Son ambiciosas, madres y trabajadoras, con personalidades perfectamente diferenciadas, son inconformistas e interaccionan. A veces hablan sobre algún hombre, sí, pero otras tantas hablan sobre sí mismas, sobre sus trabajos, sobre las campañas publicitarias, sobre sus necesidades laborales, sobre lo que sea. Es decir, de nuevo un reflejo de la sociedad real. 
Si bien es cierto, y permíteme que insista, esta serie pasa el test, pero hacerlo no significa que no sea una historia en la que se hable de sexismo, cosificación de la mujer y un largo etcétera. Este test no significa que una historia refleje igualdad de géneros, sino que no es machista. ¿Qué pasa con las historias que ni siquiera lo cumplen?
Que un personaje femenino diga palabrotas, vista desenfadada, sea fuerte o no se deje dominar del todo por un personaje masculino no hace que una historia deje de ser machista. Simplemente hace que ese personaje tenga esas características, que está genial si es lo que se pretende, por supuesto. Pero, ¿cuántos de esos personajes que has leído (o incluso escrito alguna vez) interaccionan con otra mujer para hablar de algo diferente a un hombre? 




 Mad Men ha sido mi escuela de personajes estos dos últimos meses. Te invito a disfrutarla o a compartir aquí las conclusiones que sacaste al verla, si ya lo has hecho, o si te vas a animar a hacerlo. Y de paso, te invito a reflexionar conmigo. Puedes hacerlo aquí o a través del correo veritasalterea@gmail.com. Me encantaría leerte.

7 comentarios:

  1. La verdad es que yo aún no he terminado de ver mad men pero me ha encantado leer tu entrada. Mi personaje favorito es Joan sin duda.

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    1. No sé si es mi favorito, pero desde luego está entre el TOP5 de los personajes más carismáticos de esta serie. Te animo a terminarla, el final es decepcionante para algunos y una obra maestra para otros. Yo estoy entre esos últimos, pocas veces los guiones consiguen conectar con el protagonista de la manera que lo hace este.

      Para mí ha sido toda una revelación descubrir esta serie y la maestría de quien escribe y perfila al detalle esta historia.

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  2. Mi reflexión va a ser muy corta porque tu análisis ha sido fantástico. Es una gran, gran serie, me hizo disfrutar como pocas, es creíble, consistente y fascinante en todas y cada una de sus temporadas, y además, es cierto, te enseña mucho sobre cómo funcionan los procesos creativos (y cómo va el mercado, en los sesenta y ahora). En resumen, imprescindible, ahora tengo ganas de hacer revisión. Mil gracias por recordámela, Carmen.

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    1. Gracias por el cumplido sobre el análisis, Marisa. Lo recibo y me lo guardo con cariño.

      Es curioso ver cómo el mercado de la publicidad ha cambiado tan poco, ¿verdad? Puede que los medios sean diferentes, pero en esencia estamos en las mismas que en los 60. Una Buena idea es una buena idea (da igual por donde la compartas) y conseguirá vendernos cualquier cosa...

      Un abrazo

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  3. Yo la disfrute enormemente. Mi personaje favorito fue Peggy Olson. Y todo lo humano contenido en las situaciones y el desarrollo de ellas. Hay algo curioso y es que hacen cosas que hoy son inpensables. Conducir sin el cinturón de seguridad, con un vaso de licor o con un cigarrillo... niños jugando con bolsas plásticas en la cabeza... la comida chatarra... y así, eso me divertía mucho. También me gusta repasarla para darme cuenta en detalle cómo logran dosificar la historia. Gracias.

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    1. A mí me ocurrió lo mismo, Ana María. Cuando veía ese tipo de costumbres, tan lógicas y normales me sorprendía. Sin embargo, yo misma crecí una época en la que fumar en bares o en eventos familiares no solo estaba permitido, sino que era de lo más normal del mundo... Cosas que ahora me chocan muchísimo y veo irracionales.

      Mil gracias por pasarte y comentar ;)

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